dimarts, 30 de març del 2004

CONÓCETE A TÍ MISMO.

Las luces relampaguean en una secuencia hipnótica que no cesa, bajo el ritmo embriagador de una versión trance del "Big Time Sensuality" de la finlandesa Bjork. Los destellos del láser dibujan formas geométricas sobre la pista de baile, en la que se entrega, al ritual de fin de semana, una multitud de jóvenes londinenses. Rodrigo Martín Yagüe contempla la escena, apoyado en la barra del local de moda en el Soho. Su interés se centra en una mujer sensual de rasgos mediterráneos que danza sinuosamente al ritmo de la cadencia que marca el "sampler" electrónico. La hermosa mujer no se corresponde con el estereotipo de belleza impuesta por los medios de comunicación: es baja, delgada pero voluptuosa, de caderas estrechas, ojos color miel oscura enmarcados por angulosas cejas elegantemente definidas y busto en su justa medida. Su voluptuosidad es la pura antítesis de la estreñida hiperactuada y silicónica protagonista standard de los anuncios de la tele. Rodrigo se siente incapaz de evadir su mirada del embrujo que emana la desconocida. Una sonrisa fugaz le hace saber que su interés, es correspondido. El español toma una hoja de papel de arroz entre sus largos y fuertes dedos, sobre la que sitúa unas finas hebras de tabaco de liar, que extiende parsimoniosamente, sin dejar de admirar los movimientos de la soberbia hembra, que ahora parece bailar solamente para él.

-No pareces inglesa.

-Soy de Barcelona, aunque vivo en Londres. Me dedico al negocio de la moda, soy una "plus size model"... ¿No has oído hablar del movimiento Size Acceptance?

-Te confieso mi ignorancia al respecto. No tengo ni idea de que va eso, guapa...

-Soy modelo fotográfica para ropa de tallas pequeñas... Moda para chicas bajitas, ya sabes... ¡Soy una bajita sexy! – Exclama guiñándole un ojo -¿Y tú? ¿Qué te trae por la capital del Imperio? ¿Viaje de placer o de negocio? –Pregunta mostrando una sonrisa capaz de iluminar por sí sola, las tinieblas de la sala.

Martín sonríe, y se toma un instante para admirar el cabello castaño claro recogido que deja al descubierto los hombros de la mujer.

-Busco a un amigo...

-¿Y lo has encontrado?

-Todavía no. Pero el viaje ha valido la pena si te he encontrado a ti...

La joven sonríe de nuevo y Rodrigo le acaricia la melena.

-Tu pelo es precioso...

Una boca entreabierta, invita a ser besada. Martín atrae hacia sí a la chica, con un delicado roce de su mano sobre su nuca. Lentamente saborea unos labios creados por Dios para la condenación eterna del hombre en el paraíso de la carnalidad. El olor corporal de la joven, tiene aroma a incienso y a misterio de la naturaleza exuberante.

-¿Quieres que vayamos a algún sitio más tranquilo y seguir charlando...? –Pregunta ella, con una inocente pero pícara dulzura que no admite negación.

-Será un placer, Irun.

La chica toma de la mano a Rodrigo y le arrastra hasta la salida, donde toman un taxi con destino al East End. El viaje transcurre sobre las calles mojadas de Londres, sin un segundo de descanso para las lenguas que se exploran mutuamente. La pareja sube al elegante "loft" decorado en tonos cálidos y líneas acogedoras. Martín y la joven se desnudan apresuradamente, y se entregan al goce apasionado de sus cuerpos; sin más preámbulos que iniciar en el equipo de música, los compases "vintage" del álbum de bossa nova de Quincy Jones. La hermosa carnalidad de la joven no concede pausa a la pasión desbocada.

Tras hacer el amor, ella acaricia golosamente el torso del español y le habla al oído con voz melosa:

-¿Quieres probar algo nuevo?

-Acabo de hacerlo: nunca me había acostado con una "Plus size model".... ¡Pero no me vendría mal una copa!

-Me refiero a algo distinto... Algo que te hará encontrarte contigo mismo... –La joven se levanta de la cama y se dirige a la cómoda de su habitación -¡Espera y verás...!

Rodrigo sonríe escéptico y arquea su ceja con aire burlón.

-Son demasiadas emociones para una misma noche, Irun, no te molestes... Después de haber probado el tacto de tu piel, por hoy, ya nada podrá distraer mi atención. –Dice mientras admira las rotundas formas desnudas de la barcelonesa.

La joven regresa a la cama con una caja de plástico transparente que contiene lo que a Rodrigo le parecen unas simples setas. En el exterior una etiqueta de fábrica asegura la procedencia y garantías del producto. La caja proviene de un Smartshop de Ámsterdam, una de esas tiendas donde se venden sustancias psicoactivas de forma legal, y que la barcelonesa acostumbra a traerse disimuladamente ocultas entre su equipaje.

-Son setas alucinógenas ¿Las has probado alguna vez? -Pregunta ella.

-Jamás tomo drogas, Irun. Eso no va conmigo.

-¡Vamos Rodrigo, esto no son drogas! Se trata de algo natural, con certificado de sanidad holandés... ¡Tienes que probarlas conmigo! ¡Ya verás que experiencia hacer el amor con esto!

–La chica prepara dos grandes vasos con zumo de grosella y limón natural, en los que disuelve varios ejemplares de Copelandia Cyanescens hawaianas que ofrece, a continuación, a su amante español.

-Bébetelo y espera a que haga efecto, mi amor...

Martín, escéptico ante el posible efecto alucinógeno, se bebe el cóctel para no desagradar a la joven. –Unas setas tan pequeñitas no pueden matar a nadie –Se dice mientras se baja de un trago el gran vaso de cristal.

Irun enciende dos grandes velones blancos, a cada lado de la cama y reanuda sus artes amatorias con pasión renovada, comenzando a besar golosamente los pectorales del hispano. Rodrigo acaricia la melena castaña, mientras ella desciende lentamente, recorriendo su vientre con la lengua. Sin previo aviso la visión se nubla y extrañas sensaciones comienzan a desatarse en la mente del capitán. Las alucinaciones de tipo caleidoscópico y psicodélico empiezan a distorsionar por completo la apariencia del "loft": los colores se hacen más intensos, progresivamente, y voces extrañas parecen hablarle desde puntos indefinidos de la estancia. Espectros deambulan ante sus ojos. Rodrigo siente como si enloqueciera con sus pensamientos, miles de pensamientos por segundo, millones de palabras por minuto... Una gran bola de fuego entra disparada por la ventana y le atraviesa el corazón, infringiéndole un dolor espantoso. Pero lo peor está por llegar: Los cadáveres semidescompuestos de todas las personas a las que Martín ha terminado con sus vidas, se pasean delante de su cama: los tres guerrilleros chiítas de Nasiriyah, el "contractor" enmascarado del motel gallego, los yihadistas argelinos y marroquíes... Todos se acercan a contemplarle con expresión acusadora. Sus caras están demoníacamente deformadas y sus expresiones son amenazadoras. Rodrigo trata de mantener la serenidad ante los dedos acusadores de sus víctimas, pero éstas continúan acercándose hasta él. Su orgullo le obliga a plantar cara ante los espectros, a pesar del pánico que le provocan. Presiente que si se derrumba ante ellos, le destruirán:

-¡No sois más que unos hijos de puta, todos vosotros! ¡Os merecíais hasta el último tiro que os pegué! ¡Acabaré de nuevo con todos vosotros, cabrones de mierda!

Martín ve como todo el apartamento se mueve y de cada azulejo o baldosa salen miles y miles de extrañas caras y cuerpos deformes, que ululando y gimiendo vienen a sumarse a la comitiva infernal.

-Son tus próximas víctimas, asesino... Ellos también vienen a verte... -Le dice una voz reconocible: se trata de su antiguo enemigo, Ahmed "El-Raisuni" que se le aparece con el cuello recién abierto por la cuchillada de Rodrigo, derramando litros de sangre fresca sobre su elegante traje italiano. -¿No amabas la muerte...? ¡Pues vívela eternamente! –Exclama riéndose.

Rodrigo alza sus manos contra él, manos que dejan estelas fantasmales en el aire al moverse.

-Volveré a cortar una y mil veces más ese cuello, ¡hijodeputa del infierno!

Pero el capitán no puede levantarse de una cama que parece haberse convertido en una trampa de goma blanda y absorbente. Está atrapado en un universo paralelo y surrealista, donde las protagonistas son sus peores pesadillas.

Tras una agonía de duración que Rodrigo no podría precisar, pero que se antoja eterna, los espectros son empujados a golpes de puño, que los deshace como figuras de arena, por un africano de gran estatura, que se abre paso entre ellos hasta el borde de la cama. Con el pelo largo y trenzado al estilo rasta, el recién llegado se dirige fugazmente a Martín con voz grave:

-Me hallarás en la "Torre del silencio". Allí estaré esperándote, más allá de la muerte, hermano...

-¿Haroun, eres tú?

La silueta del gran hombre de piel oscura se difumina ante sus castigados y llorosos ojos.

-La muerte no es el final Haroun... ¡El final es el infiernoooo! –Grita Rodrigo desesperado.

Irun se le aparece como si fuera una imagen en blanco y negro de película antigua, que además se mueve súper rápido. Rodrigo, que apenas puede reaccionar, siente hipotermia, hipotensión severa que le impide levantarse de la cama, náuseas, lagrimeo y migraña intensa, efectos producidos por la gran dosis de la psilocibina de las "copelandia hawaianas" frescas.

-Los hongos no te han sentado bien, amor mio... Apóyate en mí y vamos al cuarto de baño...

Tienes que vomitarlo todo.

Sin saber cómo, Rodrigo se ve de rodillas ante la boca del retrete abierta. Mete los dedos en la garganta y expulsa las setas de su estómago. Al levantarse y mirarse al espejo, se ve como un cadáver, con la piel blanquecina y macilenta, lleno de pústulas supurantes y con ojos vidriosos. Tras salir del baño se dirige a Irun:

-En la taza del water cayeron supernegras... ¡Y Te juro por Dios que vi como salían volando para arriba en formas de murciélagos negros que sobrevolaron mi cabeza!

-Tranquilo, amor mio, ya pasó todo... Sólo fue un mal viaje.

-¿Cómo estoy? ¿Estoy vivo o muerto? -Pregunta Martín, todavía impresionado por su propia imagen ante el espejo.

-Estás lastimado, pero estás bien. No temas, Irun está contigo. -La barcelonesa le abraza tiernamente, mientras acaricia su cuello. -Los fantasmas de tu propia mente te han acosado. A veces, pasan estas cosas... Lo siento mucho, de verdad, yo no pensé que...

-No es culpa tuya, cielo. –Dice el español recobrando el ánimo –Nunca debí jugar con los psicoactivos. Mi espíritu no está en paz... Creía conocerme mejor a mí mismo, pero no sabía hasta que punto temo a la muerte, o mejor dicho: al juicio tras la muerte. La seguridad que siempre aparento en las situaciones en las que mi vida está en juego, es en realidad una fachada construida a base de sarcasmo. Ha sido una cura de humildad que no podré olvidar, mientras viva.

-Lo has pasado muy mal, ¿Verdad?

-He tenido una vida intensa... Pero no más que muchos otros. –Rodrigo se deja caer de nuevo en la cama, ayudado por la joven. –He amado sí, pero por lo que parece, he odiado más todavía... Todos los demonios con los que nos cruzamos en el camino, terminan por pasar su factura.

-Lo siento tanto... Tú querías buscar a un amigo, y yo te he estropeado la noche...

Rodrigo sonríe a la joven y la besa cariñosamente en la frente.

-Esta noche se ha abierto una puerta a los secretos más ocultos de mi cerebro, que me ayudarán a crecer como persona. Y además, presiento que en cierta forma, he encontrado a quien buscaba...

-No comprendo...

-El tiempo lo dirá, Irun.

La lección de esta noche para el capitán Martín Yagüe, versa sobre el significado de respetar y amar la vida, por encima de la muerte. Rodrigo recuerda y comprende súbitamente, el porqué de la oposición del yâwanmard a quitar vidas ajenas: cada muerte, merecida o no, es un lastre que cargas a tus espaldas y con el que estás obligado a convivir para siempre. Y un corazón con demasiado peso nunca consigue la paz y el descanso. Quien esté dispuesto a matar, deberá estar también dispuesto a aceptar la terrible consecuencia de sus actos: caminar con la sombra de sus muertos, a la espalda, durante toda una eternidad.

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