dilluns, 8 de setembre del 2008

NEMO ME IMPUNE LACESSIT

Ni soy Dios para perdonar, ni la Virgen para tener piedad". Este es mi lema.

Uno de los mayores placeres de esta vida es la venganza. Como dicen, se sirve fría y te tienes que tomar tu tiempo para saborearla. En ocasiones la venganza llega de forma inmediata, en otras tenemos que esperar. La última vez esperé siete años...... pero llegó el momento y la ocasión. Hay distintos tipos de venganza: personal, profesional, etc. y cada modalidad tiene su tiempo y su forma (puede ser por acción u omisión, directa o indirecta). La venganza debe ser una justa compensación moral a la afrenta recibida. Cuanto mayor es el dolor que ha intentado producir la afrenta, mayor es el placer de la venganza.

No debemos contemplar la venganza como un acto gratuito y exento de justicia. No hablamos de justicia legal (ésta se hace y se debe hacer en juzgados y tribunales), hablamos de justicia moral, aquella que nos resarce del sufrimiento, del demérito y de la afrenta moral. Cabe también decir que la venganza no se ejerce en virtud de actos consumados, la simple intención de hacer daño ya es suficiente para justificar la venganza. Todo el mundo tiene un "esqueleto" en el armario, sólo se trata de descubrir cual es y utilizarlo en su contra.

Jamás debemos obtener nuestro placer vengativo basándolo en un acto ilegal. Hacerlo así, desvirtuaría el sentido último de la venganza, nos pondría en un grave aprieto y seria un insulto a nuestra inteligencia.

La venganza se debe llevar a cabo sin ningún tipo de consideración hacia aquellos que no la han tenido en el momento de ofendernos. Nunca debemos quedarnos "a medias". Si no tenemos estómago (para decirlo fino) para hacerlo, no empecemos. Cuando se empieza, no cabe la marcha atrás. Uno de los grandes "vengadores" es el Conde de Montecristo. Víctima de los intereses personales, la malicia y la maldad de unos indeseables, vive una situación desesperada que, por un golpe de suerte, se torna favorable. Si hay alguna cosa que no me gusta del libro es esa moralina final en la que el autor intenta vendernos que la venganza no nos hace felices. Si, la venganza, por si misma, no nos hace felices. Lo que nos hace felices es ver como los indeseables, que nos intentaron herir, prueban su medicina. En ese momento, valoramos si su capacidad de sufrimiento es comparable a la nuestra, si su preparación psicológica, moral y humana es comparable a la nuestra. También podemos valorar si su inteligencia es comparable a la nuestra.

Nunca debemos hacer evidente nuestra venganza. Se supone que si han sido suficientemente inteligentes para intentar dañarnos, serán suficientemente inteligentes para ver de donde viene la venganza o quién intenta "ajustar cuentas". Tampoco debemos anunciarla, la incertidumbre del como y cuando se producirá el acto vengativo ya constituye una parte de la venganza.

Al protagonista de la historia que se narrará en este blog han intentado hacerlo sufrir. Sufrió, al principio, hasta que descubrió que a nadie tenia que dar explicaciones de sus actos sino a sí mismo y que no tenia de qué avergonzarse, ni nada que recriminarse. Tiene la conciencia muy tranquila, la mente fría y el corazón caliente.

Ved pues, buenas gentes, la fábula que se os cuenta de un director, una barragana y un hombre bueno y sincero al que intentaron hacer daño, pero que inicia una venganza moral, personal, profesional y de la que, el director, la barragana y sus palmeros, jamás hubieran querido saber.

[:'(] DEDICATORIA: Sin vosotros, queridos bastardos, nunca hubiera escrito este relato. Os agradezco mucho la historia que me habéis proporcionado. Espero que os guste y que disfrutéis de ella (es un poco vuestra).

Esta es la introducción de la segunda parte de "La barragana". Espero vuestros comentarios.


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